Crear una empresa no es fácil. Unas veces se tiene la idea, pero no los medios; otras es al contrario, pero se desconocen los trámites a seguir o se duda sobre si la iniciativa tiene algún viso de alcanzar el éxito. Por ello, el Departamento vasco de Educación ha puesto en marcha hace tres años el programa Urratsbat, cuyo objetivo es convertir a los centros de FP en viveros de empresas.
¿Cómo? Los profesores ayudan a los alumnos a poner en marcha sus negocios, con el fin de favorecer el autoempleo. Esta iniciativa tiene algo más de recorrido en Álava. El instituto Mendizabala lleva ya ocho años con esta oferta educativa, a la que después se han sumado otros cuatro centros: el instituto Ciudad Jardín, el instituto de la Construcción, la escuela de Hostelería de Gamarra y Diocesanas.
El director de Mendizabala, Jon Landaluze, destaca la importancia de este plan como fórmula para 'favorecer el autoempleo'. Señala que, en los últimos años, varias decenas de estudiantes de FP han puesto en marcha una veintena de proyectos. Luchan por hacerse un hueco en un mercado cada vez más competitivo.
El procedimiento es, en apariencia, sencillo. Cuando un joven llega a un centro con una propuesta, lo primero que hacen es seguir un curso de formación de cuarenta horas para informarse de los pasos a seguir. Al mismo tiempo, se desarrolla un proyecto de viabilidad para analizar si la idea tiene posibilidades de salir adelante o no en el mercado. Una vez que se tiene hecho el informe, se pide la colaboración de entidades empresariales -Mendizabala cuenta con el asesoramiento de la asociación de Jóvenes Empresarios de Álava (Ajebask)-, que vuelve analizar la propuesta.
Después queda ponerse manos a la obra. Esto es, búsqueda de local, de subvenciones, de créditos... Así llega el momento de lanzarse, por fin, a crear la empresa. Mendizabala, incluso, les brinda la oportunidad de hacerlo dentro del centro. Después, la tutela continúa, eso sí, 'siempre que el joven lo pida'.
'Chicos y chicas casi por igual' conforman la nueva generación de jóvenes alaveses que han decidido coger el toro por los cuernos y buscarse su trabajo. No hay un denominador común de éxito, pero sí una característica. 'Los alumnos con experiencia laboral que vienen con una idea después de haber trabajado para otro son los que mejores resultados están dando', comenta Jon Landaluze.
La veintena de empresas puestas en marcha mediante este método se corresponden por igual a los sectores de servicios, industria, informática e imagen y sonido. Las siguientes son las historias de tres nuevos emprendedores de Álava.
Es un italiano afincado en Vitoria y responde al cien por cienal estereotipo de los súbditos del país de la 'dolce vita'. Habla con pasión de lo que hace. ¿Y qué hace? Con dos socios -Itsaso Martínez de Maricorta y Manuel Alonso- acaba de abrir, en la calle Badaya, Área Concepdeco, una firma dedicada a las reformas de viviendas y locales. Coordinan los gremios, además de hacer el proyecto de decoración e interiorismo. Tutelados por el instituto Ciudad Jardín de Vitoria, llevan sólo medio año en el negocio. Aunque todos los comienzos son difíciles, Salvatore asegura que 'la cosa va bien, no nos podemos quejar'. Cuando escucha que hay muchas empresas para hacer reformas, saca a relucir su carácter italiano y grita a los cuatro vientos que que '¿también hay muchas zapaterías y muchas panaderías! ¿Hay mucho de todo porque en todo hay negocio!'. La peculiaridad de Área Concepdeco reside en que 'nos ocupamos de todo el proceso', desde el diseño 'totalmente adaptado a la personalidad de quien lo encarga', hasta la decoración final. ¿La clave del éxito? 'El cumplimiento de los plazos. Si digo que la obra está en treinta días, está en treinta días', recalca.
Javier López y Raúl Aldeano son amigos 'desde pequeños'. Ambos estudiaron Producción por Mecanizado, un ciclo formativo de grado superior. Después de trabajar por cuenta ajena, decidieron dar el paso de alumbar su propia empresa de la mano del instituto Mendizabala. De esto hace ya cinco años. Después de montar su taller -Mecanizados Mendizabala, en agradecimiento al centro que les tuteló-, ahora están en la calle Kapelamendi, en Betoño. '¿Que cómo nos va? No es para hacerse rico, pero bueno', dice Javier. No sabe qué vida tendrá la empresa porque 'el futuro depende de muchos factores'. De lo que sí está seguro es de que la experiencia ha merecido la pena porque 'ahora tenemos una visión más amplia del trabajo. En una fábrica estás en una máquina y no te ocupas de más. Aquí, en cambio, aprendes de todo. En una empresa nunca estás con los clientes, aquí sí'. Javier es sincero. Él y su socio tiran 'de momento' con el sueldo que se han asignado. Si la cosa falla, irán a trabajar para otro 'con una visión muy global del trabajo'.
La Debacle. Así se llama la empresa de una joven licenciada en Bellas Artes que se ha decidido a montar una firma de diseño gráfico de páginas web con la intención de que en absoluto sea un desastre. Desde su pequeño local del cantón de La Soledad, Ana Compañón, madre desde hace nueve meses, está satisfecha de cómo marcha por ahora el negocio. Esta joven de 31 años había trabajado por cuenta ajena e, incluso, había ejercicio de profesora en el instituto Mendizabala, donde se informó del programa de formación y ayuda a nuevos emprendedores. 'No tenía ni idea de qué era eso de tener tu empresa. Hice el curso, pedí subvenciones, monté la empresa y p'alante', dice desde su pequeño local de veintiséis metros cuadrados. Lleva ya un año con el negocio y, de momento, no se arrepiente de la decisión que ha tomado. 'Lo mejor de esto es que me gestiono mi tiempo y esto es muy importante cuando se tiene un hijo, en mi caso, hija', comenta sonriente. '¿Lo peor? Que, a veces, te llevas trabajo a casa. Pero estoy contenta con la experiencia', asegura. Y es que, de momento, no le faltan clientes.